Internet sabe más sobre ti que tu madre… y eso a las empresas les encanta

Los viejos dichos de que la información es poder y o de que alguien vale más por lo que sabe que por lo que dice son casi más ciertos en el ecosistema tecnológico que en el mundo real. En un entorno como la Red, donde la moneda con la que se trata es la información sobre personas o cosas, el negocio eres tú.

Existen varias dimensiones de datos que compartimos, algunos de los cuales los ofrecemos de forma consciente -o al menos, autorizada-, y otros que no sabemos que tienen valor. Durante estas semanas ya hemos repasado lo que aceptas -aunque no leas- al crearte cuentas en Google, Facebook, Twitter, LinkedIn o WhatsApp, pero la cuestión no es sólo lo referente a la privacidad o a qué pueden hacer con mis datos dichas empresas, sino la cantidad de datos que hay sobre mí ahí fuera.

Pongamos por ejemplo Google, que es posiblemente el servicio más común… y con más información sobre nosotros. Si quieres asustarte loguéate y consulta la cantidad de información que tienen sobre ti aquí, mira a cuantas aplicaciones has autorizado a usar parte de esa enorme cantidad de datos y, por poner un ejemplo de los programas de Google, el detalle de información que tienen sobre tu actividad si usas Google Chrome.

¿Asustado? Seguimos

Por decirlo de una manera gráfica, actuamos con nuestros datos en internet como repartiendo golosinas en tarros de cristal. Por ejemplo, es fácil saber qué pensamos y qué nos interesa a través de lo que tuiteamos. Es fácil saber en qué invertimos nuestro tiempo y cómo nos relacionamos con nuestro entorno viendo nuestro muro de Facebook. Es fácil saber qué sabemos hacer y qué no viendo nuestro perfil de LinkedIn. Es fácil conocer nuestros gustos estéticos viendo nuestro Pinterest… y todos estos servicios muestran nuestra información en abierto a no ser que digamos lo contrario.

Más aún: tus fotos en Flickr, tu música en Spotify, tus videos en YouTube o Vimeo, tus reflexiones en tu blog (sobre qué escribes, cómo escribes, qué aspecto tiene…), tus suscripciones RSS, los archivos que tienes en iCloud, Dropbox o Google Drive, tus presentaciones en SlideShare, a quién lees, quién te comenta, lo que compartes en Instagram…

Y luego está la lectura entre líneas: imagina cuánto se puede saber sobre ti viendo si usas algunos servicios y otros no, o cómo los usas más allá de los datos que compartes.

Hasta ahí los datos que compartes voluntariamente, porque luego están aquellos de los que no eres consciente: el móvil que tienes (en tus actualizaciones de Twitter o tus fotos de Flickr, por ejemplo), desde dónde te conectas, tu resolución de pantalla, tu sistema operativo, tu compañía telefónica (a través de Google Analytics… y hasta tu ubicación geográfica en tiempo real gracias a Google Maps, antes con Latitude, o con esas aplicaciones tan entretenidas para hacer deporte.

Imagina qué pasaría si todos esos tarros de cristal volcaran las golosinas sobre la mesa: el resultado, además de como para montar una confitería, sería un acertado retrato de cómo eres. En todo.

Todos esos servicios son gratuitos porque el dinero lo sacan contigo. Google ‘lee’ tus páginas para seleccionar en su base de datos los anuncios que más puedan encajarte con el objetivo de vender el cliente impactos más acertados. Facebook ofrece la posbilidad de ir a públicos concretísimos, por sexo, edad, lugar de origen, gustos, empresas o trabajos. Twitter ya ha gastado varios millones de dólares en comprar empresas para procesar y monetizar todas tus opiniones, fundamentalmente en el sector televisivo.

Y hasta aquí lo que respecta a la información que tú has compartido, que luego también está la que otros -personas o instituciones- comparten.

via. antena3.com

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